Mucho se ha dicho desde marzo sobre la vuelta a la presencialidad en las escuelas. Hemos escuchado las más diversas opiniones sobre nuestro sistema educativo. Desde las más reconocidas voces en materia de pedagogía, pasando por docentes sobreexigidxs laboralmente, alumnxs desconcertados, hasta madres/padres confundidxs y estresadxs por no saber cómo manejarse con sus hijxs en relación a los quehaceres escolares, todxs han expresado su opinión. Hay una cuestión interesante en este punto. A nadie le es indiferente la pérdida de clases presenciales. Es bueno remarcarlo, dado que el endiosamiento de la modalidad virtual, el acceso a material educativo de manera individual sin la necesidad de socializar o la relativización de la intervención docente en el proceso de enseñar y aprender venía cobrando importancia durante los últimos años en ciertos ámbitos educativos y mediáticos que pretenden una educación fragmentada, de acceso diferencial y meritocrática en términos conservadores. El vínculo pedagógico, la interacción entre pares y entre estudiantes y docentes son el pilar fundamental en todo proceso educativo.
Ahora bien, la realidad de la situación epidemiológica que estamos atravesando nos conmina a establecer prioridades. Las educadoras y educadores queremos volver a nuestras escuelas a encontrarnos con nuestrxs alumnxs y compañerxs, a dar clases, pero tenemos claro que la salud no es materia de negociación. Ni la nuestra, ni la de nuestrxs estudiantes. Ponernos en riesgo para lograr una foto no es una opción. ¿y por qué hablamos de foto y no podemos pensar en las buenas intenciones de quienes propician una vuelta a clases en este contexto? Son varios los factores que tenemos en cuenta. En primer lugar, no creemos que no haya habido clases durante el período de suspensión de la presencialidad. Docentes y estudiantes han estado haciendo esfuerzos denodados para avanzar en el proceso de enseñar y aprender en medio de este contexto inédito. Los contenidos curriculares dispuestos para cada nivel/modalidad fueron reorganizados por docentes para que este tiempo transcurrido en A.S.P.O. no significara una desvinculación absoluta con los espacios educativos. En este mismo orden podemos agregar que la adquisición de nuevas competencias vinculadas tanto al uso de las tecnologías como a las nuevas maneras de comunicarse fueron tomando cuerpo durante este tramo. No desconocemos que a pesar de los esfuerzos realizados hubo un grupo de estudiantes que no logró establecer un contacto mínimo con la escuela. Y si bien tenemos en cuenta que son varios los factores que pueden influir, uno de los principales es que no han tenido la posibilidad de acceder a dispositivos ni conexión que puedan habilitar el encuentro, y esto es una responsabilidad que el Estado de nuestra ciudad debió tener en cuenta desde un primer momento.
En segundo lugar, observamos que se han encargado de instalar en los medios de comunicación la idea de la “vuelta a clase” como una carrera en la cual el distrito más rico del país no puede hacer menos que quedar en los primeros puestos. A quienes formamos parte activa del sistema educativo esta situación nos preocupa. Volver a clases es una situación compleja, no se puede simplificar en un protocolo redactado de manera inconsulta y apresurada, sin tener en cuenta la opinión de quienes caminamos por las aulas físicas y virtuales, que conocemos la realidad de la comunidad educativa donde desarrollamos nuestro trabajo. Mientras en los medios se hace marketing con la vuelta a clase, en los ámbitos de discusión y el protocolo distribuido se habla de revinculación con la escuela. Pues bien, en este punto también hay cuestiones para señalar. ¿A quiénes hay que revincular? ¿Es necesario establecer este proceso a dos meses de la finalización del ciclo lectivo? Si uno de los objetivos (como se expresa en el protocolo porteño) es la resocialización y el encuentro de chicas y chicos que están finalizando un ciclo (7mo grado y 5to) ¿se puede realizar en estas circunstancias en donde sólo podrán verse con otros 9 compañerxs? ¿Quiénes se podrán encontrar en la presencialidad con esxs estudiantes si su maestra o algunxs de sus profesores son parte de la población de riesgo que todavía no está en condiciones de salir? Si la convocatoria no es obligatoria para las familias. ¿Tiene realmente un sentido pedagógico o social esta medida en este momento y de esta manera? Todos estos interrogantes son parte de la conversación diaria con nuestras compañeras y compañeros de las distintas escuelas, y lejos de patear la pelota para adelante, y porque creemos realmente en la necesidad de volver a encontrarnos en la presencialidad es que pedimos que nos convoquen a la hora de pensar las estrategias de revinculación presencial.
Como sindicato que defiende los intereses de las y los docentes estamos firmemente convencidos de que la principal revinculación que tenemos que estar discutiendo en este momento es la del Estado porteño con las escuelas. Ese mismo Estado cuya ministra de educación no sólo no pudo garantizarle los dispositivos tecnológicos a lxs alumnxs que lo requerían, sino que permitió sin poner un solo reparo que lxs docentes financiemos nuestra propia actividad laboral poniendo a disposición nuestras computadoras, telefónos, servicio de electricidad e internet. Un Estado cuyas autoridades políticas nos propone un protocolo de lunes a viernes mientras que los fines de semana nos invita a contagiarnos en encuentros y manifestaciones públicas que no están reguladas ni controladas en absoluto. Un Estado que en el mes de julio nos retuvo el 7% del salario siendo un tema que ya se había conversado, otorgado y firmado en acuerdo en la mesa de negociación de febrero. Ese mismo Estado es que ahora, rapidito y sin chistar, pretende armar una puesta en escena para beneficio de… de quién? Está claro que no es para el bienestar social y educativo de las porteñas y porteños.
Este período de crisis sanitaria que estamos viviendo exige un consenso político sobre los temas que nos involucran ya no sólo como parte del sistema educativo, sino como sociedad. El diálogo es un concepto que además de ser declamado debe hacerse efectivo en los ámbitos correspondientes con los actores involucrados Existe una necesidad de participar activamente en el aprendizaje de una cultura democrática, que nos incluya a todxs. Eso es algo que no podemos dejar en manos de los medios y redes sociales.
Laura Martire
SADOP- CABA