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La escuela como organizador social.

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La escuela es la institución que históricamente ha trabajado para mitigar el
sufrimiento social. Una de las tareas fundamentales de la escuela pospandemia será la de curar las heridas sociales, es decir, dedicarse a aquellxs niñxs y jóvenes que no pudieron continuar con sus estudios por no tener un equipamiento tecnológico adecuado, y tratar de evitar la deserción escolar.

En este sentido la hipótesis que prima es que cuando se retome el regreso a las aulas muchos pupitres estarán vacíos por los procesos de exclusión que se han establecido en este tiempo de enfermedad, y la escuela como siempre debe estar presente para ayudar entre otras cosas a transitar los duelos.

En este contexto es necesario detenerse en la dimensión emocional de la vida escolar, y destacar el sentimiento de miedo que hoy está presente en todos los miembros de la comunidad educativa. En el presente y en el futuro el acompañamiento emocional de lxs docentes hacia sus alumnos es y será fundamental.

Desafíos y oportunidades pedagógicas de la cuarentena.

Tenemos dos grandes desafíos: la pedagogía de la cercanía y la continuidad
pedagógica.

Sin importar la realidad de nuestrxs alumnxs (situación familiar, capacidad de contención y referencia que recibe de su mundo adulto en el hogar, capacidad de conectar con la oferta educativa de su escuela, entre otros aspectos), es vital que como escuela podamos estar cerca de ellos y acompañarlos. Que puedan experimentar, hoy más que nunca, “acá está tu maestrx para caminar a tu lado”. La dimensión socio-emocional se hace, en cuarentena, un deber educativo irrenunciable.

Permitirles a los estudiantes sostener ciertas rutinas, mantenerse conectados con su entorno escolar, dialogando con las distintas áreas del conocimiento, investigando y desarrollando al máximo sus capacidades, deberá ser, conforme a las propias oportunidades de cada familia y su escuela, un pilar de la educación en cuarentena.

No es un dato menor el extraordinario crecimiento en autonomía que se observa en numerosxs estudiantes frente a esta experiencia. Estoy convencida de que esa autonomía vino para quedarse y de que es una buena noticia.

Es un lugar común hablar de crisis como oportunidad. Es nuestro desafío hacer que eso suceda. La pandemia nos regala una oportunidad inmejorable para traer la realidad a la escuela. Suele ser un reto enorme la motivación de los estudiantes, siendo impresionante la cantidad de información que circula hoy en nuestros hogares y que ilustra y fortalece las distintas áreas del conocimiento. Aprender a valorar la vida, el cuidado de la salud, extrañar a nuestros afectos, valorar la libertad de transitar cuándo y a dónde queramos, cuidar el medio ambiente, son perlas para el trabajo y debate con nuestrxs estudiantes.

En este tiempo inédito de escolaridad desde casa (con aulas pero sin paredes) estamos descubriendo un nuevo concepto de presencialidad. Cuando nos encontramos con nuestrxs estudiantes en un Meet, un Zoom o cualquier otra plataforma que nos permite vernos y escucharnos a pesar de que estamos cada unx en un espacio diferente y remoto, ¿no estamos, acaso, presentes?

Por último, cuando volvamos a una nueva normalidad o habitualidad (la anterior no existe más y no regresará) deberemos dedicar un tiempo importante a la reconstrucción vincular y pedagógica. Entonces, sí, habremos hecho de la crisis una oportunidad.

Verónica Dima.

Instituto Ramón L. Falcón.

Congresal Sadop Capital.