La educación prohibida: registro narrativo de una experiencia visual

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 Pensando en inclusión y calidad educativa, me dispongo a ver la película “La educación prohibida” (Argentina, 2012). Gratamente, de entrada, me encuentro con algo diferente: se permite y alienta la copia de esta cinta puesto que “la cultura se protege compartiéndola”.  Primera transgresión: afuera la idea de derecho de autor y propiedad intelectual. Licencias libres.  Luego, la película se muestra como un proceso, como un aprendizaje donde se presentan distintas opiniones que no pretenden agotar la cuestión, sino abrir y poner en jaque diversos conceptos naturalizados. Por último, aparecen los 704 coproductores que contribuyeron al financiamiento colectivo del proyecto y la dedicatoria: “a todos los niños y jóvenes que quieren crecer en libertad”. Bien, hasta aquí, promete.

La primera escena presenta el relato de la metáfora de la caverna: la idea del encierro y el engaño de los hombres prisioneros de nacimiento, contrapuesto al que sale, ve la realidad y luego vuelve y comparte lo que ha visto, cuestionando lo que esos hombres creían que era “su realidad”. Luego, se enumeran diversas características de lo que se supone define a la educación (inclusión, contención, capacitación docente, inversión en infraestructura y tecnología, excelencia, aprendizaje, proceso, etc), que son las que se van a poner en duda y las que, de alguna manera, disparan la realización de la película. La propuesta es clara: el paradigma educativo actual está agotado y es necesario salir y buscar uno nuevo.

A nivel estructural, la película va alternando distintas escenas o relatos en off que caracterizan, según esta mirada, a la educación actual “oficial”, oponiéndolas a  entrevistas a diversos docentes, pedagogos, psicólogos, pediatras, etc., que están atravesando experiencias innovadoras y a contramarcha del sistema educativo. Así, se parte de una situación ficcional en la que un profesor de escuela secundaria (interpretado por Gastón Pauls) discute con sus alumnos que quieren leer un discurso en el acto de fin de año quejándose sobre lo que fue su paso por la escuela. Esto se construye desde la elección estética de la caricatura, donde Pauls se presenta como el profesor “piola” y contenedor de los “alumnos rebeldes”, enfrentando a una directora “con anteojos” y “autoritaria”. En este contexto, los alumnos afirman que no son escuchados, que a nadie le importa lo que les pasa, que a los profesores solo les interesa su propia materia y las notas y que, en este sentido, lo que ellos entienden por educación los lleva a afirmar que “la educación está prohibida”.

De esta forma, se van enumerando, desde la voz en off y desde los entrevistados, ciertas características del actual paradigma, como la educación curricular, los conocimientos formales, los contenidos parcializados, la idea de que el saber lo tiene el adulto, la atención solo de algunas capacidades, áreas o inteligencias, la disposición áulica tradicional, el sistema de calificaciones standarizado, la división por edades, los horarios fijos y estrictos, las clases obligatorias, la currícula fuera de la realidad, el sistema de premios y castigos, la presión sobre el niño y el docente, el énfasis en el resultado y no en el proceso, los objetivos puestos desde fuera, entre otros. Frente a esto, se van presentando las distintas propuestas innovadoras que desarrolla la película: el método Montessori, el Home-Schooling, la Pedagogía Sistémica, la Educación Popular, la Educación Libre, la Pedagogía Logosófica, los Métodos de Proyecto Killpatrick, la Escuela Nueva-Activa, la Escuela Democrática, la Pedagogía Waldorf, la Reggio Emilia. Estas iniciativas son gestionadas de diversas maneras: de forma estatal, privada, a través de ONG`s, mediante realizaciones cooperativas y comunitarias, etc. Más allá de sus diferencias, todas se centran en el alumno, en sus necesidades, en el hecho de que pueda decidir qué y cómo aprender, en el juego, en la revalorización de la acción, en “salir del banco” y convertir a la escuela en un lugar de experimentación,  en la posibilidad de elección de materias, en una escuela sin una autoridad única, que replantea sus estructuras de poder y sus órganos de decisión mediante asambleas que establecen reglas de manera conjunta o en reuniones que los docentes tienen durante la mañana, el almuerzo o al finalizar la jornada, en desarrollar el autoconocimiento, en poder, como adultos y niños, tramitar las emociones para poder atender, escuchar, sostener y contener. Muchas aulas se presentan con chicos de distintas edades, no hay un sistema de calificaciones, sino informes pedagógicos (al modo del registro narrativo que se usa a veces en el nivel inicial) que propician la autoevaluación. Se muestran proyectos y prácticas autogestionadas donde los alumnos ponen en juego su autonomía y libertad.

El contraste es fuerte: el paradigma actual se presenta deudor de la escuela ilustrada y la prusiana que buscaban el control social;  la idea de la escuela gratuita, laica y obligatoria, bandera y garantía de inclusión se pone en jaque: esa escuela deshumaniza, supone que todos tenemos que querer hacer y saber lo mismo. No se responde a las necesidades individuales. Por lo tanto, así planteado el sistema excluye, forma élites. Dialogo aquí con Jacques Rancière en El maestro ignorante: “la distancia que la Escuela y la sociedad pedagogizada pretenden reducir es la misma de la cual viven y, por lo tanto, reproducen sin cesar. Quien plantea la igualdad como objetivo  por alcanzar a partir de la situación no igualitaria la aplaza de hecho al infinito. La igualdad nunca viene después, como un resultado a alcanzar. Debe ubicársela antes”[1]. Así, con este paradigma, la película plantea que la educación como garantía de ascenso social es una mentira por donde se la vea, ya que al sistema, a los estados no les interesa el individuo, el humano en sí. Esta escuela es “conveniente”, no “necesaria”.  Por eso, un sistema, una educación que busque otra cosa “tiene que ser prohibida”.

Transitar la observación de la película es duro: supone cuestionar muchas creencias, “morir simbólicamente”, revisar cada cosa como si nunca la hubiéramos visto y empezar de nuevo. ¿Educar sin escuela? “Por qué no”, se preguntan en la cinta, por qué no en otros lugares, centros comunitarios, clubes, plazas, casas, talleres comunitarios. Autogestión, autorrealización, con el adulto solo como mediador, guía, pero no como artífice del saber. Vuelvo a Ranciére: “Instruir puede, entonces, significar dos cosas exactamente opuestas: confirmar una incapacidad en el acto mismo que pretende reducirla o, a la inversa, forzar una capacidad, que se ignora o se niega, a reconocerse y a desarrollar todas las consecuencias de este reconocimiento. El primer acto se llama embrutecimiento; el segundo, emancipación. (…) Es precisamente un asunto filosófico: se trata de saber si el mismo acto de recibir la palabra del maestro –la palabra del otro- es un testimonio de igualdad o desigualdad. Es una cuestión política: se trata de saber si un sistema de enseñanza tiene por presupuesto una desigualdad que “reducir” o una igualdad que verificar” (p.10).

Así, la película va avanzando y voy poniendo pausa, por su duración (aprox 2horas 20 min), pero sobre todo por los planteos que funcionan, como diría Roberto Arlt, como “un cross a la mandíbula”. Reconozco que, por momentos, me angustio: no me reconozco en la caricatura del profesor autoritario, no me planto frente a mis alumnos como portadora del saber, busco trabajar y transitar procesos y no resultados. Todo esto dentro del aula, donde, en definitiva, como sostiene Viñao Frago (Catedrático de Historia de la Educación de la Universidad de Murcia), es el lugar donde surgen las innovaciones[2]. Pero sí reconozco esa imagen de la institución escolar verticalista, que aliena a veces, que no dialoga y que reproduce de manera conductista mecanismos de control social. Sí escucho a los alumnos que se aburren a veces, que se preguntan para qué estudiar determinadas cosas, que desearían generar otros proyectos, “moverse”, “salir del banco” y accionar.

De este modo, voy llegando al final, donde se retoma la escena de los alumnos que deseaban leer el discurso en un acto escolar y no pudieron hacerlo. Deciden, entonces, hacerlo por Youtube, pegar afiches en las calles, pararse con un megáfono en las esquinas y leerlo y así ese discurso de cambio se va contagiando y entra en el aula, en la sala de profesores, en los padres, en los distintos actores sociales. Sin buscar culpables o estigmatizar porque, de seguir así, “la Educación la prohibimos entre todos”. La película termina con la lista de las experiencias que fueron visitadas y con una invitación a la difusión a través de la Red de Educación Viva, REEVO (www.reevo.org)

Llega el final, y además de la angustia y de las utopías quedan las dudas y las preguntas: estos cambios están sucediendo, ¿pero es posible que se vuelvan masivos? ¿Por qué en la película aparece la voz de los jóvenes rebeldes, tristes y disconformes del paradigma que se critica y no la de los alumnos de estas nuevas experiencias? Esto hubiera sido interesante, ya que solo tenemos la mirada de los adultos que las llevan a cabo, expresándose desde un lugar de placidez y felicidad y amor pleno que puede sonar muy distante sin esa otra voz. Solo vemos a los niños jugando en plenitud y a algunos adolescentes en ronda debatiendo. En efecto, la mayoría de estas experiencias anidan en el nivel inicial y en la primaria. Si bien se presentan algunos casos de la escuela media, no termina de quedar en claro cómo sería allí el cambio. Por otro lado, ¿cuáles son las condiciones laborales de los docentes? ¿Cómo se fijan sus salarios, sus licencias? ¿Se puede llevar a cabo el ideal de que el docente pueda estar en un solo lugar, prestando atención a las necesidades individuales de cada alumno, siendo solo un mediador en el aprendizaje? ¿Cómo hacer que esto llegue a los centros de formación de maestros y profesores? ¿Deben ser docentes los únicos que instrumenten el cambio?

Son muchas las preguntas, las reflexiones que quedan. Bienvenido el planteo. Bienvenida la intención de patear el tablero y volver a discutir. Bienvenidos todos los espacios que nos permitan dialogar y buscar un cambio. Pero hay que animarse. La propuesta estalla en los límites, no busca el “como si”.

Me siento con Ranciere en el final, otra vez, a ver si me convence: “La lección emancipadora del artista, opuesta término a término a la lección embrutecedora del profesor, es esta: cada uno de nosotros es artista en la medida en que efectúa un doble procedimiento; si uno no se contenta con ser un hombre de oficio, sino que pretende que todo trabajo se convierta en un medio de expresión; si uno no se contenta con sentir, sino que busca compartirlo. El artista necesita la igualdad, como el explicador necesita la desigualdad. Y así dibuja el modelo de una sociedad de razón, donde incluso aquello que es exterior a la razón –la materia, los signos del lenguaje- es atravesado por la voluntad razonable: la de relatar y la de hacer que los demás experimenten lo que nos hace semejantes” (p. 95).

 


[1] Ranciere, Jacques, El maestro ignorante: cinco lecciones sobre la emancipación intelectual, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2007, p.9.

[2] Dussel, Inés, Entrevista a Antonio Viñao Frago, “Las innovaciones surgen donde el control es más débil”, El monitor, Ministerio de Educación, en www.me.gov.ar/monitor/nro14/dossier2.htm (fecha de consulta: octubre 2014)