Oda a la desprotección al trabajador

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Bajo el título “Un cambio indispensable en las relaciones laborales”, el diario La Nación publicó el 26 de julio su Oda a la desprotección al trabajador. El pensamiento inicial del tradicional matutino argentino en su nota editorial se expresa del siguiente modo: "Las normas que regulan el trabajo deben proteger a quienes lo realizan, pero al mismo tiempo no tienen que desalentar la inversión y la productividad”.

“Las dificultades por las que atraviesa la economía debido a la herencia recibida, reclaman, entre otras necesidades, el aumento del empleo privado y una mejora de la competitividad. El cumplimiento de ambos objetivos permitirían absorber el empleo público excedente e incrementar genuinamente el nivel real de los salarios. Sin embargo, ninguno de estos propósitos podrán lograrse sin una reforma del modelo vigente de relaciones laborales en la Argentina. Se requieren modificaciones legales y estructurales, tanto en las reglas de alcance individual sobre el trabajador, como en las que hacen a los acuerdos colectivos”, inicia la editorial de La Nación.


"Mientras exista el hombre, existirá el gesto libre de auténtica participación en la creación que es el trabajo"

El artículo recorre caminos ya transitados en los años ‘55, ’76, ‘90 y 2000. Si bien las inversiones parecen ser importantes para la "creación de empleo" la suma de legislación laboral rígida, anacrónica, protectora y no competitiva conspira contra la enorme generosidadempresaria que quisiera invertir, pero ¡los sindicalistas! (Siempre éste aluvión zoológico) impiden que tal generosidad se concrete en nuevos empleos.

Entonces, el tradicional diario de la derecha liberal argentina dice un 26 de julio de 2016 (la fecha elegida para atacar a los sindicatos y a los laburantes, el aniversario de la muerte de Evita, no parece casual), que además de precarizar a los trabajadores hay que democratizar el modelo sindical (cuasi fascista) y reemplazarlo por uno más moderno y más amable con el capital. Todo por culpa de la pesada herencia recibida.

Ahora nosotros decimos: hace un tiempo atrás, se recordó a Juan Pablo II en ocasión de cumplirse un nuevo aniversario de su Carta Laborem exercens. En dicha Encíclica es esclarecedora la referencia a la dimensión subjetiva del trabajo, a la que remite constantemente la doctrina social de la Iglesia: "El trabajo humano procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra", (Catecismo de la Iglesia católica, n. 2427).

Sigue diciendo la Enseñanza Social de la Iglesia: "Mientras exista el hombre, existirá el gesto libre de auténtica participación en la creación que es el trabajo. Es uno de los componentes esenciales para la realización de la vocación del hombre, que se manifiesta y se descubre siempre como el que está llamado por Dios a ‘dominar la tierra’. Ni aunque lo quiera, puede dejar de ser ‘un sujeto que decide de sí mismo’”, (Laborem exercens, 6). A él Dios le ha confiado esta suprema y comprometedora libertad. Desde esta perspectiva, hoy más que ayer, podemos repetir que "el trabajo es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social".

Estas profundas consideraciones filosóficas, que hoy reafirma el Papa Francisco, son la contracara de la visión economicista y mecanicista del trabajo que el liberal (¿y Católico?) diario La Nación exhibe en su nota editorial.

El trabajo es una actividad libre y creativa del hombre. Merece protección y reclama la sensibilidad de todos porque es el gran vertebrador de la sociedad. Maltratarlo, destruirlo y erosionarlo son formas de destrucción del tejido social.

Mario Almirón
Secretario General
SADOP – CDN