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El aislamiento y la zona de confort

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La pandemia nos ha puesto frente a nuevos desafíos que nos trascienden y a los que debemos adaptarnos: enseñar y aprender de una manera diferente, aceptar una nueva dinámica diaria personal y familiar, manejar la incertidumbre, etc.

Estos cambios obligados pueden servir como “disparador” para reflexionar sobre algunos otros cambios que podemos tener postergados por comodidad, por temor o quizás simplemente “porque no se dieron”.  En efecto, la cuarentena puede ser una buena oportunidad para intentar avanzar en la adquisición de nuevos recursos personales, cuestionando aquello que nos limita, nuestros condicionamientos internos: “yo no soy capaz”, “no me animo”, “no es para mí”.

¿Qué es la zona de confort?

Aquel lugar en el que nos sentimos cómodos, actuamos rutinariamente y por automatismo. Donde tenemos que esforzarnos poco, no se presentan nuevos desafíos y no hay riesgos.  Es la zona que nos da abrigo y nos hace sentir seguros. Es una necesaria zona de ahorro energético que nos permite relajarnos.

Sin embargo acomodarse en demasía también significa estancarnos.  El costo de no salir es el “no aprendizaje” y es importante balancear los dos estados. Hay también una incomodidad de estar cómodo, un estrés nocivo (distrés) por el poco estímulo. Afuera está la adrenalina del “no sabe lo que viene” como fuente de vitalidad, la oportunidad de adquisición de nuevas habilidades y destrezas (un cableado neuronal nuevo) que nos permite desarrollarnos, progresar y ser más fuertes hacia el futuro.

Reconocemos que al posicionarnos en el límite de la zona de confort aparece el miedo que condiciona la resistencia al cambio. Enfrentarse a un reto genera incomodidad y desequilibrio, pero si nos decidimos a avanzar suelen haber buenas cosas esperando: nuevas experiencias, relaciones que enriquecen la vida, el sentido del logro (mejorar la autoestima), saber que podemos no depender de la opinión de otros, descubrir aspectos nuevos de nosotros mismos y de los demás. Se nos abren nuevas posibilidades, que quizás resulten finalmente mejores de lo que esperábamos.

La noticia “no tan buena” es que, alcanzado un objetivo, éste pasa a formar parte de nuestra nueva zona de confort ampliada y hay que ir por más. Es este campo podemos mencionar algunas claves para poder avanzar:

  • Tener un plan de acción, un Norte. Para este punto quizás sea adecuado sumergirnos en nuestros deseos: ¿dónde queremos estar?, ¿qué queremos hacer? No dejar los deseos solo como un sueño. Para algunos es de ayuda escribir los mismos en un papel. 
  • Dar pequeños pasos a la vez y saber premiarnos por los primeros logros. El intento debe ser un riesgo calculado, no tiene porqué ser un salto al vacío.
  • No bajonearse ante los primeros escollos, muchas cosas no salen de entrada; muchas personas exitosas han intentado una y mil veces.
  • Saber que, como en tantos órdenes de la vida, el entrenamiento y la búsqueda constante, nos acercan más a los resultados esperados.

Cada intento será seguramente un viaje con turbulencias pero con un amerizaje casi garantizado y con la percepción de sentirnos más sabios.

 “Todo lo que queremos está más allá del miedo” (Daniel Colombo-escritor) https://www.youtube.com/watch?v=kORqZjRGPm4